domingo, 3 de abril de 2016

LA LUZ EN LAS TINIEBLAS RESPLANDECE



JUAN 1
5. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

El evangelista no está hablando de dos condiciones físicas (luz y tinieblas), las cuales son inertes e inanimadas, sino de dos reinos: el reino de la luz y el reino de las tinieblas (Lucas 11:18-20. Hechos 26:18. Colosenses 1:13. 1 Pedro 2:9)   los cuales son reales, tangibles y antagónicos, pues combaten entre sí.  Las tinieblas luchaban contra la luz tratando de oscurecer todo, mientras que la luz luchaba contra las tinieblas brillando; según la Palabra, en este enfrentamiento venció la luz y las tinieblas no prevalecieron contra ella.  Juan usa el tiempo pasado para decir que las tinieblas no prevalecieron, es decir que esto ya pasó, ellas ya fueron vencidas, ya fueron derrotadas y definitivamente sometidas; si hermanos, esto ya ocurrió, es algo que ya pasó.

Entonces, nosotros que somos su pueblo, que habitamos en su reino, quienes al igual que él somos luz del mundo (Juan 8:12. Mateo 5:14), debemos permanecer en su victoria, debemos seguir brillando y mantenernos en la libertad con que él nos hizo libres, reposando en su luz, resplandeciendo como luminares en el mundo, alumbrando en medio de las densas tinieblas que nos rodean, porque las tinieblas, tratarán de obscurecernos, tratarán de alejarnos de Dios y de la victoria de su hijo, tratarán de reconquistar lo  que perdieron.

VIVIENDO COMO HIJOS DE LUZ

Para poder apercibirnos de las demandas del Señor en nuestra diario vivir resistiendo a las tinieblas, debemos leer las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Efesios.

EFESIOS 5
1.    Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
2.    Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
3.    Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;
4.    ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
5.    Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
6.    Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
7.    No seáis, pues, partícipes con ellos.

Y además lo declarado por el apóstol Juan en su primera epístola universal.

1     JUAN 1
5.    Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
6.    Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
7.    pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
8.    Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
9.    Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
10. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.  

Según estos escritos, antes éramos tinieblas más ahora somos luz en el Señor, debemos andar como tales y para lograrlo debemos andar en amor; en eso se resume todo.   Entonces, “andar en su luz, combatiendo a las tinieblas”, no significa andar reprendiendo demonios imaginarios en las casas, en los ríos o en las cimas de los montes; más bien, significa: amar.   Amar a nuestros enemigos, amar a quienes no nos aman y por supuesto amar a quienes nos aman. 

El mismo apóstol que dijo que Dios es luz (1 Juan 1:5), también declara que Dios es amor (1 Juan 4:16), así que la luz de Dios se manifiesta en el amor.  Ésta es nuestra batalla: permanecer brillando, permanecer amando.  Jesús ya derrotó a las tinieblas en la cruz del calvario (Colosenses 2:15), Él ya sometió a las tinieblas; nosotros solamente debemos mantenernos en la victoria de Jesús y esto lo logramos cuando permanecemos en su presencia en adoración y nos alejamos de los ídolos de las tinieblas que reclaman adoración.

CUANDO DEJAMOS DE AMAR CAMBIAMOS DE BANDO

¿Cuántas veces nosotros hemos cambiado de bando volviéndonos a las tinieblas? ¿Cuántas veces hemos permitido que una amargura destruya nuestro amor hacia los hermanos? ¿Cuántos siervos de Dios se alejan de Dios y se convierten en adoradores de los ídolos del enemigo?  Ciertamente, antes de amar al mundo y sus ídolos, hemos dejado de amar a Dios y a su pueblo.  Todo lo malo empieza cuando dejamos de amar.

Hay dos porciones de la escritura que quisiera poner en su consideración al respecto:

1     JUAN 2
15. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
16. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
17. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Si amamos al mundo, es porque el amor de Dios ya no está en nosotros. Pero cuando empezamos nuestro camino, cuando aceptamos a Jesús como nuestro salvador, él derramó su amor en nuestros corazones por el Espíritu santo que nos fue dado (Romanos 5:5), entonces, ¿a dónde se fue ese amor? ¿Cómo podemos haber terminado amando al mundo y ajenos al amor de Dios?  La verdad es que en nuestro corazón no hay lugar para dos lealtades y, pertenecemos íntegramente a un bando o a otro, amamos a Dios o al mundo.

SANTIAGO 4
4.    ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

No sé si lo leyeron bien, pero el verso anterior “no dice” que si usted “es” amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios. ¡No!  El verso dice que si usted “quiere ser” amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.  Esta es la manera como nos hemos cambiado de bando tantas veces, esta es la manera como hemos apostatado volviéndonos a las tinieblas: queriendo ser amigos del mundo,  anhelándolo en nuestros corazones, elucubrando planes para logarlo sin que las personas lo noten. Debemos pues prestar mucha atención a lo que sentimos en nuestro interior y a lo que nuestro corazón anhela antes que a nuestras obras, de esa manera podremos apercibirnos cuando un mal sentimiento de amistad hacia el mundo pueda surgir, en cambio, si solamente atendemos a lo que hacemos, puede que nos evaluemos como aprobados cuando en realidad no lo somos.

COLCUYENDO

Nuestra guerra contra las tinieblas es una batalla permanente, intensa y constante porque  la luz y las tinieblas son antagónicos, opuestos; no se pueden mezclar, no pueden hacer alianza entre ellos, son irreconciliables.  Éstos son los dos reinos que existen en el universo: la luz y las tinieblas y los hombres pertenecemos al uno o al otro. No hay términos medios, no existe la penumbra o la semioscuridad; o somos de la luz o somos de las tinieblas. Servimos al Dios Altísimo o servimos a satanás; así de radical, así de dogmático es esto.

Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11:23).  Y pablo añadió: Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios (1Tesalonicenses 5:5 - 6).


Entonces, el mandato del Señor es brillar como representantes de la luz, amar como embajadores del Dios de amor, estando alerta para no mezclarnos con las tinieblas ni mucho menos pasarnos a su bando.

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