martes, 7 de marzo de 2017

VENCIENDO A LAS TINIEBLAS



1 JUAN 2

9     El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.
10  El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
11  Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Cuando en el pueblo de Dios nos referimos a las tinieblas, usualmente pensamos en demonios, brujería, satanismo y prácticas ocultas muy lejanas a nosotros; lo que menos nos imaginamos es que las tinieblas están cercanas, como aleteando a nuestro alrededor y peor aún, que nosotros estamos en tinieblas.  Quisiera que reflexionemos un momento acerca de lo que dice la Biblia al respecto.


LA EVIDENCIA DE LA LUZ Y LAS TINIEBLAS

El amor hacia los hermanos o la ausencia del mismo, es lo que define y evidencia si somos de la luz o de las tinieblas. Jesús dijo que el mundo conocerá que somos sus discípulos en el amor que nos tuviéramos los unos a los otros (Juan 13:35).  Así que no nos conocerán por la doctrina, ni por las buenas obras sino por el amor que nos tuviéramos entre nosotros.  Podría ser que alguien con una doctrina excelente y un alto nivel de moralidad y generosidad, guarde algún rencor en su corazón y aborrezca a alguien; según el apóstol Juan, esa persona está en tinieblas.


LA LCUHA ENTRE LA LUZ Y LAS TINIEBLAS

Ahora bien, satanás tiene un reino de tinieblas con el cual intenta prevalecer contra la luz (Lucas 11:18), pero la luz le ha derrotado  (Juan 1:5).  Este reino tenebroso es al que pertenecíamos nosotros antes de conocer a Jesús, pero fuimos rescatados por nuestro Dios e introducidos en el reino de su amado hijo (Colosenses 1:13).  Ahora ya no somos más de las tinieblas sino de la luz, sin embargo, las tinieblas no se han resignado ni se resignarán a perdernos. 

El enemigo luchará para lograr otra vez someternos a su autoridad ante lo cual nosotros debemos presentar como frente de batalla nuestra persistencia en permanecer en la luz, es decir, permanecer amando a los hermanos, sin dejar que la amargura, el odio y el rencor aniden en nuestros corazones.  Quien ama al hermano está en luz en el reino de Dios.  Quien aborrece a su hermano está en tinieblas bajo la potestad de satanás.


LA ESTRATEGIA DEL ENEMIGO

Pero como el enemigo sabe que no puede derrotar a la luz, entonces su estrategia es  sacarnos de la luz e introducirnos en las tinieblas para así poder dañarnos.    Mientras estamos en la luz, él no puede tocarnos (1 Juan 5:18), pero si logra alejarnos de la luz y entenebrecernos, entonces estaremos nuevamente bajo su potestad y podrá hacernos daño.   

Es por esta razón que todos los esfuerzos de las satanás van enrumbados a entenebrecernos a través de algún enojo o incomodidad hacia algún hermano.  El enemigo con sus vastos recursos espirituales (pensamientos, imaginaciones, y razonamientos que los lanza como dardos de fuego a nuestra mente), maximiza las ofensas, las hace parecer sumamente hirientes e imperdonables, de manera que nos amarguemos hasta el punto de aborrecer a nuestros hermanos y no querer perdonarlos.  Cuando el enemigo logra esto, cuando nos hemos amargado contra alguien, ha triunfado, nos ha introducido en su reino y puede atormentarnos nuevamente.  La palabra dice que si aborrecemos a nuestros hermanos estamos en tinieblas.


LOS SÍNTOMAS DE LAS TINIEBLAS

Vale aclarar que la palabra “aborrecer” no solo significa “odiar” sino también “perseguir”, es decir, hacer algo malo en contra de alguien.  ¿Cuántas veces hicimos o quisimos hacer un daño a alguien?  Cada vez que lo hicimos o quisimos hacerlo, estábamos en tinieblas y bajo la potestad de satanás.  Con razón tanta desazón, tanta intranquilidad, amargura, tristeza y desolación, pues esos son los síntomas de las tinieblas. Pero sobre todo, cuánta incertidumbre e inseguridad para hacer cualquier cosa; ese es el sello de las tinieblas.

Talvez todos los problemas que ha experimentado, las adversidades y el malestar no tienen nada que ver con las personas, las necesidades o las enfermedades sino con usted mismo y con el odio y rencor que tiene en su corazón, los cuales le han llevado a ser un morador más de las tinieblas, un esclavo de satanás. Usted que tiene problemas con las personas a cada paso que da, usted que vive siempre en incomprensiones, diferendos o sintiéndose perseguido por los demás, se ha preguntado innumerables veces, ¿Por qué?  La respuesta es: por falta de luz. 

EL PROBLEMA Y SU SOLUCIÓN

Si en este momento (es la madrugada) se cortara la electricidad y yo intentara levantarme de mi escritorio, seguro que tropezaría con algún mueble.  ¿Debería culparle al mueble por interponerse en mi camino? ¡No! Por supuesto que no.   El problema no es el mueble que se me ha atravesado sino la falta de luz.   Si el enemigo logra introducirnos en las tinieblas usando un enojo o rencor, nos ha quitado la luz y tropezamos con todos y con todo.  El problema es la falta de luz; el que aborrece a su hermano está en tinieblas.

¿No cree que ya es tiempo de volverse al Señor en oración para que Él le vuelve a llenar con su presencia?  ¿No cree que ya es tiempo de que desarraigue de su corazón ese rencor, decidiendo hoy mismo perdonar a sus ofensores, bendecirlos en oración y cuando el Señor se lo permita, reconciliarse con ellos?   Por favor, ya no tropiece más, por favor salga de las tinieblas, usted es un morador de la luz. Recuerde que la Biblia dice: El que ama a su hermano permanece en la luz y en él no hay tropiezo.


EL MITO DEL “NO PUEDO”

Pero las personas suelen objetar: “No puedo perdonar, lo he intentado pero no puedo”.  Mientras más conozco a Dios y más mal me hacen las personas, mientras tengo más edad y han aumentado los problemas que he tenido con los adversarios de turno, me he dado cuenta de que esa expresión: “no puedo perdonar” es un mito.

Si usted es un joven que no ha llegado a los veinte, talvez no haya tenido muchas experiencias negativas con las personas y no le hayan hecho mucho daño.  Si usted tiene cuarenta, probablemente ya se ha dado cuenta que en esta vida vamos a ser heridos por ciertas personas, en especial por las que más amamos.  Si usted ya llegó a los sesenta o más, ya sabe que las personas fallan, las buenas y las malas lo hacen y siempre nos hieren, nos ofenden o nos hacen sentir mal, así que, a esta altura de la vida uno debe decidir: vivir enojado y amargado con todos o perdonar.

Muchas veces el “no puedo perdonar” es simplemente una forma de decir “no quiero perdonar”, porque Dios nos hizo criaturas volitivas que podemos decidir lo que hacemos, a dónde vamos o qué decimos, también decidimos lo que sentimos.  Si quiere dejar de odiar, perdone.  Es tan simple como levantar la mano.  Por favor levante la mano un momento. ¿Fue difícil? ¿Pudo hacerlo? Claro que sí. Usted levantó la mano porque decidió levantarla y sus músculos le obedecieron, su mano y  sus tendones también.  Si usted decide otorgar el perdón a alguien y sacar de su corazón el enojo o la amargura, lo logrará. Solo debe decidirlo y hacerlo con su voluntad.  Luego debe insistir en ese perdón otorgado, porque el enemigo tratará siempre de recordarle la ofensa, de envenenarle el alma, de restregarle en su cara lo que le han hecho, pero usted solo debe permanecer en su decisión.  Usted ya perdonó, eso es todo.


DE LA “DEFENSIVA” A LA “OFENSIVA”

He aconsejado a hermanos que se sienten acorralados por los pensamientos recurrentes acerca de las ofensas o heridas recibidas.  Ellos han perdonado, pero inmediatamente después de hacerlo, un aluvión de recuerdos, ideas y razonamientos les invaden y llegan a creer que no han logrado perdonar.   Ellos dicen: “ya perdoné, pero vuelve el dolor y a la final, parece que no he perdonado”.  Esta es la historia de mi vida y probablemente también de la suya.  ¿Cómo puedo lograr que mi decisión sea además un sentimiento real?  ¿Cómo hago para que el perdón que he otorgado alivie el dolor que recibí?

Creo que la clave es salir de la “defensiva” y volcarme a la “ofensiva”.  Cuando usted ha decidido perdonar, no debería hacerlo como algo muy solemne o místico, no es un ritual ni necesita que estén presentes muchas personas, ni siquiera el ofensor.  Usted puede perdonar en su corazón y declararlo con sus labios en presencia de Dios; eso es todo.  Pero lo importante es que luego de haberlo hecho, debe lanzarse a la ofensiva y de allí en adelante, cada vez que venga  a su mente el recuerdo de la persona que le ofendió o de la ofensa recibida, usted debe bendecir a esta persona, debe orar por su prosperidad, levantamiento y porque pueda conocer a Dios. 

Siempre que usted bendice al que le maldice, está obrando conforme al Espíritu de Dios y el mismo Señor le respalda con su poder.  Al poco tiempo de hacer eso y en algunos casos, casi inmediatamente, usted empezará a sentir el alivio su dolor, su corazón se alineará con su decisión y el perdón otorgado será un perdón sentido y manifestado también.  Entonces a usted no le dolerá el recuerdo ni le lastimará la herida recibida.  Usted recordará lo sucedido (Dios no le ha ofrecido amnesia), pero no le dolerá y podrá vivir con ello. Usted se encontrará con el ofensor y no le rechazará por lo que hizo, no le aborrecerá y aún  le dará la oportunidad de volver a acercarse a usted.


PERDONAR PARA SER PERDONADOS

Como Jesús nos enseñó en la oración modelo del “Padre Nuestro”, debemos perdonar para ser perdonados.   Si perdonamos a nuestros ofensores, Dios perdonará nuestras ofensas. Pero el beneficio adicional de perdonar es que ya no aborreceremos a nuestros hermanos, la luz llenará nuestras vidas y las tinieblas huirán de nosotros.

Quienes perdonan dejan de aborrecer y empiezan a amar a sus hermanos.  Los que aman a sus hermanos viven en la luz y no tienen tropiezo.  Vivir en la luz es vivir en Dios porque Dios es luz (1Juan 1:5).






domingo, 3 de abril de 2016

LA LUZ EN LAS TINIEBLAS RESPLANDECE



JUAN 1
5. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

El evangelista no está hablando de dos condiciones físicas (luz y tinieblas), las cuales son inertes e inanimadas, sino de dos reinos: el reino de la luz y el reino de las tinieblas (Lucas 11:18-20. Hechos 26:18. Colosenses 1:13. 1 Pedro 2:9)   los cuales son reales, tangibles y antagónicos, pues combaten entre sí.  Las tinieblas luchaban contra la luz tratando de oscurecer todo, mientras que la luz luchaba contra las tinieblas brillando; según la Palabra, en este enfrentamiento venció la luz y las tinieblas no prevalecieron contra ella.  Juan usa el tiempo pasado para decir que las tinieblas no prevalecieron, es decir que esto ya pasó, ellas ya fueron vencidas, ya fueron derrotadas y definitivamente sometidas; si hermanos, esto ya ocurrió, es algo que ya pasó.

Entonces, nosotros que somos su pueblo, que habitamos en su reino, quienes al igual que él somos luz del mundo (Juan 8:12. Mateo 5:14), debemos permanecer en su victoria, debemos seguir brillando y mantenernos en la libertad con que él nos hizo libres, reposando en su luz, resplandeciendo como luminares en el mundo, alumbrando en medio de las densas tinieblas que nos rodean, porque las tinieblas, tratarán de obscurecernos, tratarán de alejarnos de Dios y de la victoria de su hijo, tratarán de reconquistar lo  que perdieron.

VIVIENDO COMO HIJOS DE LUZ

Para poder apercibirnos de las demandas del Señor en nuestra diario vivir resistiendo a las tinieblas, debemos leer las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Efesios.

EFESIOS 5
1.    Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
2.    Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
3.    Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;
4.    ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
5.    Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
6.    Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
7.    No seáis, pues, partícipes con ellos.

Y además lo declarado por el apóstol Juan en su primera epístola universal.

1     JUAN 1
5.    Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
6.    Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
7.    pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
8.    Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
9.    Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
10. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.  

Según estos escritos, antes éramos tinieblas más ahora somos luz en el Señor, debemos andar como tales y para lograrlo debemos andar en amor; en eso se resume todo.   Entonces, “andar en su luz, combatiendo a las tinieblas”, no significa andar reprendiendo demonios imaginarios en las casas, en los ríos o en las cimas de los montes; más bien, significa: amar.   Amar a nuestros enemigos, amar a quienes no nos aman y por supuesto amar a quienes nos aman. 

El mismo apóstol que dijo que Dios es luz (1 Juan 1:5), también declara que Dios es amor (1 Juan 4:16), así que la luz de Dios se manifiesta en el amor.  Ésta es nuestra batalla: permanecer brillando, permanecer amando.  Jesús ya derrotó a las tinieblas en la cruz del calvario (Colosenses 2:15), Él ya sometió a las tinieblas; nosotros solamente debemos mantenernos en la victoria de Jesús y esto lo logramos cuando permanecemos en su presencia en adoración y nos alejamos de los ídolos de las tinieblas que reclaman adoración.

CUANDO DEJAMOS DE AMAR CAMBIAMOS DE BANDO

¿Cuántas veces nosotros hemos cambiado de bando volviéndonos a las tinieblas? ¿Cuántas veces hemos permitido que una amargura destruya nuestro amor hacia los hermanos? ¿Cuántos siervos de Dios se alejan de Dios y se convierten en adoradores de los ídolos del enemigo?  Ciertamente, antes de amar al mundo y sus ídolos, hemos dejado de amar a Dios y a su pueblo.  Todo lo malo empieza cuando dejamos de amar.

Hay dos porciones de la escritura que quisiera poner en su consideración al respecto:

1     JUAN 2
15. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
16. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
17. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Si amamos al mundo, es porque el amor de Dios ya no está en nosotros. Pero cuando empezamos nuestro camino, cuando aceptamos a Jesús como nuestro salvador, él derramó su amor en nuestros corazones por el Espíritu santo que nos fue dado (Romanos 5:5), entonces, ¿a dónde se fue ese amor? ¿Cómo podemos haber terminado amando al mundo y ajenos al amor de Dios?  La verdad es que en nuestro corazón no hay lugar para dos lealtades y, pertenecemos íntegramente a un bando o a otro, amamos a Dios o al mundo.

SANTIAGO 4
4.    ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

No sé si lo leyeron bien, pero el verso anterior “no dice” que si usted “es” amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios. ¡No!  El verso dice que si usted “quiere ser” amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.  Esta es la manera como nos hemos cambiado de bando tantas veces, esta es la manera como hemos apostatado volviéndonos a las tinieblas: queriendo ser amigos del mundo,  anhelándolo en nuestros corazones, elucubrando planes para logarlo sin que las personas lo noten. Debemos pues prestar mucha atención a lo que sentimos en nuestro interior y a lo que nuestro corazón anhela antes que a nuestras obras, de esa manera podremos apercibirnos cuando un mal sentimiento de amistad hacia el mundo pueda surgir, en cambio, si solamente atendemos a lo que hacemos, puede que nos evaluemos como aprobados cuando en realidad no lo somos.

COLCUYENDO

Nuestra guerra contra las tinieblas es una batalla permanente, intensa y constante porque  la luz y las tinieblas son antagónicos, opuestos; no se pueden mezclar, no pueden hacer alianza entre ellos, son irreconciliables.  Éstos son los dos reinos que existen en el universo: la luz y las tinieblas y los hombres pertenecemos al uno o al otro. No hay términos medios, no existe la penumbra o la semioscuridad; o somos de la luz o somos de las tinieblas. Servimos al Dios Altísimo o servimos a satanás; así de radical, así de dogmático es esto.

Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11:23).  Y pablo añadió: Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios (1Tesalonicenses 5:5 - 6).


Entonces, el mandato del Señor es brillar como representantes de la luz, amar como embajadores del Dios de amor, estando alerta para no mezclarnos con las tinieblas ni mucho menos pasarnos a su bando.

jueves, 29 de octubre de 2015

ME LIBRÓ, ME LIBRA Y ME LIBRARÁ



2 CORINTIOS 1
8. Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aún perdimos la esperanza de conservar la vida.
9. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;
10. El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;

Si el Señor no le hubiera librado ayer, usted no estaría aquí hoy.  Si no le hubiera librado el año pasado, hoy habría sido el primer aniversario de su fallecimiento y si usted aún no tenía a Jesús, hoy habría cumplido ya doce meses de vivir en el  infierno.  Si no le hubiera librado hace quince años, usted no habría visto el nuevo milenio, ni el nacimiento de sus hijos o nietos.   Si el Señor no le hubiera librado no estaría leyendo esto.   Si está aquí hoy, si no ha muerto en sus pecados, si ha visto este milenio y ha visto nacer a sus hijos o nietos, si está leyendo esto, asumo que se debe a que fue librado por Dios; y esto no pasó gracias a su astucia o sabiduría, ni a su buen porte o educación, porque hay gente más astuta y sabia, más educada y noble que usted y no fueron librados, y ya no están aquí; usted sí.

Pero no solo usted, yo también fui librado. Si hubiera muerto hace quince años, estaría hoy condenado por la eternidad.  Si no me hubiera librado cuando todo iba mal, cuando no tenía amigos, cuando estaba solo y deprimido, hoy no estaría escribiendo esto.  Pero si fui librado. ¡Aleluya!  Si fui rescatado y levantado, al igual que muchos otros que se refugiaron con desesperación en los brazos del Dios Todopoderoso, del Dios de misericordias, el cual está listo para socorrer a quienes confían en Él.

Pablo tenía sentencia de muerte.  ¿Usted también? ¿A usted le detectaron cáncer, leucemia o tuberculosis? ¿Tiene un tumor en su cerebro?  ¿Le busca alguien para matarle? No sabemos con certeza si Pablo tenía alguna mortal  enfermedad, pero si sabemos que tenía temibles enemigos que estaban dispuestos a matarle al costo que sea.  Pablo estaba sentenciado a muerte igual que muchos de nosotros ahora, ya sea por un problema físico interno o por amenazas externas,  pero debo decirles que así como Pablo fue librado, nosotros también lo seremos.   Nosotros, al igual que él, ya no confiamos en que alguien o algo nos ayude; nosotros confiamos en Dios y eso es suficiente.  El que libró a Pablo nos librará a nosotros.

Dios quiere que confiemos en él, por eso nuestra prueba es tan fuerte, por eso nuestros enemigos son tan poderosos, por eso nuestras dolencias son tan graves, por eso la tenía sentencia de muerte; Dios quiere que confiemos en él.   Pablo dice que habían perdido la esperanza de conservar la vida, así que su esperanza ya no era evitar la muerte sino que Dios les resucitase si moría.


EL NOS LIBRÓ

Años atrás Pablo fue apedreado en Listra (Hechos 14:19), y como consecuencia de eso, le dieron por muerto. Sus asesinos conocían perfectamente la muerte pues habían ajusticiado a muchas personas y seguramente constataron que Pablo ya no tenía pulso, su corazón había dejado de latir, su cuerpo se enfriaba, su mirada estaba fija y vacía y  sus músculos se relajaron; a su manera de ver, estaba muerto, al fin lo habían logrado.  Pero no conformes con eso, decidieron deshacerse del cadáver, así que arrastraron el cuerpo y lo arrojaron fuera de la ciudad.   Los diagnósticos habían sido emitidos y sellados; Pablo estaba muerto y su cadáver arrojado en el lugar correspondiente, pero Dios le libró.   Si, Dios le levantó en medio de los hermanos que lloraban su partida y él siguió su camino, como si nada.

¿Por qué le libró Dios?  ¿No habría sido ese momento muy oportuno para llevarse a su siervo a descansar en su presencia?  Probablemente en nuestro cronograma era eso factible pero no en el de Dios.  Lucas dice que  rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé hacia Derbe (Hechos 14:20), Así de sencillo.  Dios le libró porque Pablo debía continuar su viaje pues tenía que predicar el evangelio en Derbe.

Entonces Dios no le libró a usted solamente para que sea feliz o para que diga: Gloria a Dios.  Él le libró para que continué su camino y vaya a predicar a donde le corresponda.  Él le libró porque aún hay mucho que debe hacer y hasta que no lo haga, usted es indestructible; si le apedrean se levantará, si hay naufragio, flotará, si hay incendio, no se quemará, porque debe terminar su carrera.


EL NOS LIBRA

Recuerde que tenemos un compromiso.  Recuerde que tenemos un ministerio que cumplir y Dios tiene también una misión, que es librarnos hoy así como lo hizo ayer y por supuesto, a nosotros nos corresponde estar haciendo hoy lo que hacíamos ayer.  Es un gran error vivir de las bendiciones pasadas y diciéndole a todo el mundo cómo Dios le libró, sin percatarse de que hoy también tiene que ser librado, porque nuestro adversario el diablo no descansa y así como le asedió y trató de matarle hace dos años o hace una década, asimismo volverá a intentarlo ahora y usted necesita seguir siendo librado.   Para ser consecuentes con esta liberación, debemos cumplir nuestro ministerio, obedecer a Dios y hacer aquello para lo cual fuimos librados.  Usted y yo fuimos librados porque debíamos ir a Derbe; porque debíamos seguir predicando el evangelio y cumpliendo así nuestro ministerio.

Ayer me libró y asimismo acontecerá hoy, porque yo sigo cumpliendo mi ministerio ahora, así como  lo hacía antes.   La única garantía de ser librado es seguir siendo parte del plan de Dios.

Pero es necesario en este momento hacer una reflexión acerca de la expresión “ser librado”.  ¿Acaso Pablo fue librado?  De la muerte, sí.  Pero no de la violencia, no del dolor, ni de la humillación.   El apóstol fue librado de la muerte pero no de sus verdugos, pues ellos le tuvieron en sus manos.   Y nosotros cómo no quisiéramos ser librados, no solo de la muerte sino también de los verdugos, pero en el plan del Todopoderoso Dios, a veces es necesario que esos verdugos nos toquen, que esa quimioterapia nos arda, que esa adversidad nos hiera, porque solamente así maduramos, solo después de la disciplina se produce fruto apacible de justicia, solamente en el quebranto nuestros corazones son consolados.   Nunca olvidemos que nuestra tristeza se convertirá en gozo, (Juan 16:20) “nuestra tristeza”, no nuestra “alegría”.  Así que Dios usa la tristeza como materia prima para producir nuestro gozo; Él utiliza nuestro luto para convertirlo en baile y requiere nuestro llanto para consolarnos.   Todo el mundo sufre, todos tiene aflicciones, todos lloran, pero nosotros con un propósito.

Hermanos, podría ser que tengamos sentencia de muerte y hasta que nos den por muertos, pero si usted o yo clamamos al Dios del cielo y si aún no hemos terminado nuestro ministerio o si  aún no hemos cumplido aquello para lo que Dios nos trajo a este mundo, pronto usted y yo nos levantaremos y seguiremos nuestro camino.


ÉL NOS LIBRARÁ

Los hombres y mujeres que han experimentado la liberación de Dios caminan confiados.  A ellos no les asustan sus verdugos, ni las sentencias porque ya vieron ayer, están viendo hoy y están muy seguros que seguirán viendo la protección de Dios hasta cuando Él decida levantarlos y llevarlos a su gloria.


Él le libró ayer y hoy mismo le está librando; estamos seguros que mañana también le librará de tan gran muerte. 

sábado, 10 de octubre de 2015

SÍRVEME A MI PRIMERO



1 REYES 17
13.  Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.

MATEO 6
33.  Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Esta es la norma del servicio a Dios: primero para él y luego para mí.   Todo lo que no tiene este orden, no es “servicio a Dios”.   Dios no espera nuestras migajas ni las sobras de nuestro tiempo.  En el madero Jesús dio todo por nosotros, por lo cual espera que nosotros también demos todo por Él.

LA VIUDA DE LOS TIEMPOS DE ELÍAS

Ella tenía una legítima necesidad, ya que toda la tierra padecía hambre por la gran sequía que enfrentaba y ese era el último bocado que ella tenía.   No obstante Elías (que en este caso representa a Dios) le dijo: hazme a mí primero con ello una torta cocida… y luego harás para ti.   Si la viuda hubiera desobedecido y hubiera comido ella primero, habría muerto de hambre al igual que miles en Israel.  Ningún milagro se hubiera manifestado si ella hubiera dicho como nosotros solemos decir: está bien Señor, te voy a servir, pero primero debo ocuparme de mí y de mi familia, luego te serviré.

El plan de Dios era bendecir a aquella viuda, pero antes ella debía servir a Dios.  Igual es con usted y conmigo; el plan de Dios es bendecirnos, pero debemos empezar sirviéndole.

He escuchado que este es uno de los pasajes favoritos de aquellos abusivos predicadores llamados “de la prosperidad”; en este pasaje se basan para decirle: deme dinero y luego Dios se lo dará a usted.   Pero este pasaje no significa que debe engordar a algún clérigo “vivísmo” que pretende usar la Palabra de Dios para su propio beneficio.  Este pasaje nos habla del servicio a Dios y cuál debe ser nuestra prioridad cuando lo hacemos.   Este verso nos habla de la multiplicación y la abundancia como consecuencia del servicio y la abnegación.  Este verso nos habla  de la fe de quienes están dispuestos a darle a Dios lo único que tienen para recibir todo lo que Dios tiene para ellos. 

BUSCA PRIMERO EL REINO DE DIOS

Al leer este pasaje de las escrituras, lo que primero llama la atención es la palabra “busca”.  “Busca primeramente el reino de Dios…”  Entonces el Reino de Dios no está en cualquier lugar y a la orden de todos, ¡no!  El Reino de Dios está escondido y hay que buscarlo.   Esto requiere dedicación, abnegación y persistencia. 

La segunda cosa que debemos atender es la palabra “primeramente”.  “Busca primeramente el Reino de Dios…”   Entonces el Reino de Dios debe ser buscado con prioridad; no podemos dejarlo para después ni relegarlo  a segundo lugar.  Esto requiere decisión; ¿Vamos a darle el primer lugar o no?  La decisión requiere valentía pues solo ellos arrebatan el Reino.

Finalmente les invito a que prestemos atención a las consecuencias de buscar el Reino primeramente: “Y todas estas cosas os serán añadidas…”  cuando Jesús dice “estas cosas” se refiere al sustento y al abrigo.   Jesús dijo que eso será añadido luego de que hemos decidido servirle, pero… A Él primero.

Es probable que muchos de ustedes me digan; Hermano, pero yo le he servido desde hace diez años y no me ha añadido nada.   Yo también he pensado así durante mucho tiempo, pero quisiera decirles que en estos versos que hemos leído la Palabra de Dios no está hablando de servirle sino de “servirle a él primero” y creo que esa es nuestra gran falla.

Hemos relegado nuestro servicio a Dios (al igual que nuestra devoción) a segundo plano.   Creemos que es justo y bueno que yo le sirva al Señor pero que primero me ocupe de mi vida, de mi casa y de mis necesidades.  Normalmente nos basamos en las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: “Quien no provee para su casa es peor que un impío…” Y por esto concluimos que al ocuparme de mí, me estoy ocupando de Dios y que es legítimo darle a Él la sobra de mi tiempo.   Esto es lo normal en nuestro medio cristiano y lo que la mayoría, aún los pastores, lo practican así.

Pero, ¿Qué lo haga la mayoría significa que yo también debo hacerlo? Mientras nosotros buscamos versos para justificarnos la Palabra sigue diciendo: “Sírveme a mí primero…” y “Busca primero el Reino de Dios…”  Así que debemos tomar una decisión; ¿Seguiremos como siempre relegando a la obra de Dios a segundo plano, o vamos a obedecerle dándole la prioridad que requiere?  De su respuesta depende que tenga sustento en medio de la escasez.   De su respuesta depende  que se la añada su sustento frente a quienes se dedican a buscar ese sustento y no buscan el Reino de Dios (la redundancia es intencional).

¿Está diciendo que debo dejar de trabajar? ¡No!  Lo que estoy diciendo es que debe dejar de trabajar con el propósito de, simplemente traer el pan a su casa y debe hacerlo para servir al Señor, siendo un ejemplo para los demás en honestidad, puntualidad y servicio.  Estoy diciendo que debe servirle al Señor en su trabajo y que su propósito debe ser glorificarle antes que ganar su dinero; entonces usted nunca se encontrará en un pleito laboral, o con celos profesionales, o con la típica queja por el bajo sueldo.  ¡No! Sino que usted se va a dedicarle a servirle a su Señor predicando con su ejemplo ante toda su empresa.  Ante sus compañeros, ante sus subordinados y ante sus autoridades, dándoles a todos una conferencia de quién es Jesús, con sus hechos actitudes y reacciones.  Cuando haga esto verá sus promociones, verá el alza de su sueldo y será defendido laboralmente por otros, en muchos casos, por quienes usted ni siquiera se imagina.

SIRVIENDO A DIOS

El servicio al Señor está en todas las áreas de nuestra vida; cuando lo hacemos para él.  Servir al Señor en nuestros días es predicar el evangelio, porque ese fue el gran mandato de Jesús.  Pero la predicación no está en los discursos sino en nuestra manera de vivir.  Si, debemos predicar con nuestras palabras y con nuestros discursos, pero si no vivo a la altura de mi prédica o de mi discurso, voy a arruinarlo todo.  ¿Usted cree que en un colegio los compañeros van a escuchar el evangelio de los labios del estudiante más vago del curso?  ¿Usted cree que en una empresa, los trabajadores van a escuchar el evangelio de labios del más flojo, del que siempre llega tarde, del más quejoso?

Y aun cuando se trata de hacer reclamos legítimos, las autoridades van a prestar mucha más atención a los buenos trabajadores antes que a los malos.  Aun en casos de injusticias laborales, es el que le está sirviendo a Dios quien más peso tiene ante los órganos competentes.

Conozco  trabajadores y empresarios que, a pesar de sus ocupaciones y responsabilidades, han hallado la forma de predicar a sus compañeros o a sus subordinados, sin dejar de trabajar, sin faltar a sus obligaciones, dándose tiempo para hablarles del Señor, pero sobre todo mostrándoles en su vida recta, quién es Jesús.

Conozco jóvenes que estudian en las universidades más estrictas y difíciles del país y sin embrago tienen tiempo para compartir la Palabra de Dios a sus compañeros y a profesores; lo hacen con sus palabras, con sus discursos y con su manera de vivir.


Sírveme a mi primero, busca primero el Reino de Dios.

viernes, 18 de septiembre de 2015

LOS MENOSPRECIADOS SERÁN APRECIADOS



JEREMÍAS 30
17. Más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda.

1 CORINTIOS 1
27.  Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
28. y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,
29. a fin de que nadie se jacte en su presencia.

Cada vez que despreciamos a alguien, le estamos hiriendo.  Cada vez que alguien nos rechazó realmente nos hirió. Pero las heridas físicas sanan con el tiempo, no así las heridas de quien ha sido rechazado, pues estas se mantienen y duelen durante mucho tiempo, amargando el carácter, aislándolo de los amigos, dejándolo solitario.

Pero si un hombre o una mujer rechazados y despreciados generan una situación tan triste, qué diremos de una familia o un pueblo rechazado; ciertamente sus heridas serán profundas y las consecuencias funestas.  Eso pasaba con el pueblo del Señor  que cuando se alejaron de Dios, fueron rechazados, heridos y se quedaron abandonados en medio de sus escarnecedores,  pero Dios en su misericordia se acordó de ellos y decidió sanar sus heridas, vindicarles en medio de sus adversarios y levantarles; lo misma va a hacer con usted.

No olvidemos que  la estéril Ana fue una mujer rechazada y despreciada por su rival Penina, pero Dios decidió darle a ella un hijo que valía más que todos los hijos de los que se jactaba Penina.  Mientras que Samuel, el hijo de Ana, sería el gran juez y profeta de Israel, los hijos de Penina ni siquiera registran sus nombres en las escrituras.  Ana en vez de amargarse contra su adversaria decidió humillarse ante Dios y clamar a él hasta que fue escuchada y viendo su aflicción el Señor le bendijo y sanó su corazón levantándola y honrándola delante de Penina.  Ciertamente había un plan tras el menosprecio y humillación que sufrió Ana, había un propósito en su esterilidad y en su aflicción igual que lo hay con usted también, siempre y cuando pueda humillarse en clamor ante Dios sin albergar odio ni venganza en contra de sus adversarios.

Tampoco ignoremos que David ni siquiera fue tomado en cuenta por su padre el día en que el profeta iba a ungir a uno de su familia como rey; en ese gran día, Elí trajo a siete de sus hijos y a David lo dejó cuidando el rebaño, pero el profeta Samuel obedeciendo a Dios, dijo que nada podría hacer hasta que venga el último de los hijos, hasta que traigan al despreciado David.  La escritura no dice que David estaba acongojado y triste porque no le tomaron en cuenta, sino que estaba cuidando el rebaño, es decir obedeciendo a la orden que le había dado su padre. Cuando el vino, el Señor le dijo al varón de Dios: este es el rey de Israel,  y lo ungió e medio de sus hermanos.  Así mismo usted, si en lugar de quejarse y amargarse se  mantiene obediente a Dios en medio del desprecio de que ha sido víctima, a la final va a ser levantado en el mismo lugar y ante todos los que le despreciaron.

José, el pequeño hijo de Jacob también fue menospreciado y ridiculizado por sus hermanos a tal punto de que intentaron matarle y terminaron vendiéndole a un grupo de comerciantes del desierto.  A pesar de todo este sufrimiento José era fiel a Dios y traía bendición a todo lugar al que era llevado.  Él nunca pasó tiempo planificando su venganza ni preguntándose por qué le habían hecho tanto daño.  Y  Dios tenía planes con él también; después de sufrir el abandono, la soledad y el desprecio, fue levantado no solo sobre sus hermanos sino sobre todo el reino de Egipto y sus alrededores.  Al igual usted, si tiene un  corazón perdonador y entiende que tras el escarnio que padeció había un plan de Dios, va a ser honrado en medio de quienes le deshonraron.

Pero más aún, Jesús el hijo de Dios, vino a los suyos y no le recibieron, sino que le persiguieron, le afrentaron, ante lo cual Él fue como cordero al matadero, sin reclamar, sin pedir justicia ni venganza; se entregó a ellos y ellos le mataron, sin embargo Dios le levantó y le dio un nombre sobre todo nombre.  El rechazado Jesús ahora es el gran Señor y Salvador ante quien nos postramos.  Al igual todos nosotros, si nos mantenemos mansos ante nuestros perseguidores y en lugar de clamar por justicia y venganza pedimos por misericordia para nuestros adversarios, seremos levantados juntamente con nuestro Señor.

Al parecer, las escrituras están llenas de personajes rechazados, heridos y abandonados que fueron finalmente sanados y levantados.  Ese es el plan del Todopoderoso, con nosotros también.  Los creyentes en Cristo Jesús, sin ninguna excepción pertenecemos al grupo de los viles, los necios o los menospreciados, según dice el apóstol Pablo, y también pertenecemos al grupo de los que vamos a ser  sanados y levantados  para la gloria de Dios.




lunes, 31 de agosto de 2015

MÁS SON LOS QUE ESTÁN CON NOSOTROS



2 REYES 6

15. Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?
16. Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.
17. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.

1     JUAN 4

4.    Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.

Es bastante común que los creyentes pongamos la mirada en nuestros enemigos y en nuestras propias debilidades, antes que en nuestro Dios el cual es nuestra fortaleza.  Recordemos solamente que Moisés, al tratar de iniciar la conquista de Canaán, había enviado doce espías a la tierra prometida y que los diez volvieron desanimados y hablando de los grandes que eran sus moradores y que se sentían como langostas delante de aquellos, solamente Caleb y Josué hablaron bien del gran Dios que tenían y de la victoria que se avecinaba.

Nuestra conducta y reacciones suelen estar motivadas por el temor al adversario y aunque esto es lo normal  en el plano natural, en la vida espiritual es diferente; Dios nos motiva siempre aponer la mirada en Él antes que en el problema, en Él antes que en nuestros adversarios, en Él antes que en nuestras limitaciones.

Eliseo estaba tranquilo en aquella mañana en que sus enemigos lo rodeaban mientras que su criado estaba desesperado; la diferencia entre ambos era a quien estaban mirando; ambos estaban en el mismo lugar, en el mismo aprieta y bajo las mismas circunstancias adversas, pero mientras el criado miraba a los grandes ejércitos enemigos, Eliseo tenía su mirada en el ejército de Dios que lo rodeaba.

Pero, esto ni siquiera era culpa del criado o de su falta de fe, el problema era su visión; él simplemente no veía lo que Dios había hecho porque sus ojos estaban cegados.  El criado no podía ver los carros de fuego que rodeaban a sus enemigos, porque sus ojos estaban cerrados a esa realidad y solamente después de la oración del profeta se le abrieron sus ojos y pudo ver.  La tranquilidad y la paz volvieron a él después de ver lo que el profeta veía, después de recibir la visión de Dios.

En nuestras luchas espirituales las cosas se resuelven por la misericordia de Dios, pero cuando tenemos la visión de Él, entonces no sufrimos tanto ni nos angustiamos, estamos confiados y demostramos al mundo que nuestro Dios es grande.  Nada le iba a pasar al criado de Eliseo, su angustia y preocupación estaban por demás, él iba a ser salvado vea o no vea todo el ejército que Dios había enviado en su ayuda, pero cuando tuvo la visión, cuando al fin vio lo que veía el profeta, tuvo tranquilidad y paz y eso glorifica a Dios, tal como dice la palabra en  2 Crónicas 20:17:  No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros.


Amados hermanos, nosotros venceremos a la final, usted y yo saldremos adelante pero sería mucho mejor que lo hagamos en paz y tranquilidad, pero si no es así, si no tenemos esa paz de Dios gobernando en nuestros corazones, creo que es un tiempo oportuno para decirle al Señor: por favor abre mis ojos para poder ver y entonces entenderemos que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo. 

jueves, 30 de julio de 2015

CUANDO SALGAS A LA GUERRA


Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto.
Deuteronomio 20:1. 

Así como la historia de la humanidad está llena de guerras, desde el día en que se levantó Caín contra Abel, hasta la gran guerra de Armagedón que aún no ha ocurrido, la vida de los siervos de Dios también se desarrolla en medio de un conflicto; la guerra espiritual es una realidad de la que ningún creyente puede escapar, creámoslo o no, estamos inmersos en ella.


EL NACIMIENTO DE LA GUERRA

La guerra no nació en la tierra ni en el infierno, sino en el cielo. Y hay dos causas para la guerra; primero el libre albedrío que Dios les dio a sus criaturas y segundo el hecho de que en Dios hay solo absolutos.  

En cuanto al libre albedrío, después de crear a los ángeles, la libertad para que le sirvan o para que no le sirvan, para que se acerquen a él o para que le rechacen, y es en base a esa libertad, a ese albedrío, que algunos ángeles se rebelaron, decidieron no servirle, ni adorarle y organizaron la primera guerra en el universo.  Dios podía haberles obligado a adorarle pero hubiera sido necesario quitarles el albedrío y eso es inaceptable para Él.  Quienes sirven a Dios deben servirle porque quieren; quienes le adoran, deben adorarle porque quieren, no porque deben.

En cuanto a que en Dios hay solo absolutos, baste escuchar las palabras de Jesús cuando dijo: El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama (Lucas 11:23). 

Ni relatividades ni ambigüedades.  Con Dios no hay escalas de grises, es claro o es oscuro, está a favor o está en contra, usted es de Dios o no lo es.  Así de radical, así de tajante.


LA GUERRA SE TRASLADÓ A LA TIERRA

Pero la guerra no se quedó en el cielo sino que se trasladó a la tierra y hoy los hijos de luz  combatimos contra las tinieblas y los de las tinieblas siempre combatirán a los de la luz.  Mientras ellos quieren destruirnos nosotros queremos convertirlos; ellos nos maldicen y nosotros les bendecimos, ellos nos hacen daño y nosotros les hacemos bien. 

Estamos en guerra y debo decirle que nuestros enemigos, los espíritus de las tinieblas son guerreros y tratarán de arruinarle, de quitarle la paz de su hogar, de corromper a sus hijos, de dañar su matrimonio.  Aaah pero también debo decirles que Dios es el gran varón de Guerra, Yahweh Tsebaot, Jehová de los Ejércitos,  y él peleará por usted, Él le ayudará a recuperar lo que tenía, a asegurar lo que ahora tiene y a conquistar lo que aún no tiene.


ES TIEMPO DE SALIR A LA GUERRA

Pero veamos esta conjunción de tiempo con el que empieza nuestro verso de Deuteronomio 20:1. Cuando salgas a la guerra.  Cuando salgas.  Esta construcción gramatical me da la idea que hay personas que “aún” no están en la guerra, que aún no han salido a pelear, pues creen que aún no les ha llegado su tiempo.  A ellos, a muchos de ustedes yo quiero preguntarles hoy: ¿Cuándo saldrán a pelear? ¿Cuándo empezarán a combatir por sus bendiciones? Tal vez hoy o mañana, pues bien, cuando sea, cuando decidan despertar, cuando quieran salir del engaño entonces despertarán, pelearán y tendrán lo que Dios ha prometido entregarles.  Es peleando, no es durmiendo; es combatiendo, no es esperando pasivamente.


NUESTRAS GUERRAS

Desde cuando Abraham con 318 pastores derrotaron a 5 reyes paganos, hasta la gran guerra de Armagedón, toda la biblia está llena de guerras así como la vida del creyente.  La guerra de Moisés contra Faraón para liberar a su pueblo, la de Josué contra las tribus de Canaán por la tierra prometida, la de David contra Goliat por la libertad y también la guerra suya y la mía, por el bienestar y triunfo de nuestros hijos, de nuestros hogares y empresas, todas ellas son guerras que fueron libradas y que seguiremos librando con Dios a nuestro favor.


EL COSTO DE LA GUERRA

Si en el plano natural la industria más cara y millonaria del mundo es la guerra, en el plano espiritual pelear una guerra tiene un costo, pelear una guerra significa pagar un pecio.  Algunos todavía piensan que hay cosas gratis, creen que existen ofertas; aún los predicadores insistimos en que la salvación es gratuita; y estamos equivocados, nada es gratis, no existen las ofertas, todo cuesta un precio, todo lo obtenemos después de haber librado una batalla, y si bien es cierto la salvación es gratuita para nosotros, pero a Jesús le costó todo y es importante decir que, aunque ser salvo es gratis, el mantener esa salvación nos costará todo en nuestra vida. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lucas 9:23); si, seguirle nos costará y caro.


NUESTROS GRANDES ENEMIGOS

Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos.  En el plano natural, si usted o yo peleamos contra un adversario menor, ya no es una pelea sino un abuso. Si usted o yo peleamos contra un enemigo igual, eso sería una pelea justa.  Pero luchar contra un enemigo más grande y fuerte que nosotros, sería sino una torpeza, al menos una temeridad.  No obstante, en el plano espiritual, los siervos de Dios siempre tendremos enemigos superiores a nosotros mismos y Dios quiere que salgamos a la guerra en el valle de Ela para enfrentar a adversarios que midan al menos, seis pies y un palmo. 

Así que cuando salgas a la guerra y vieres un pueblo más grande y fuerte que tú, no les temas.  Amén… entonces, David contra Goliat o Gedeón con sus 300 hombres en contra de miles de madianitas, y muchos más, todos ellos eran ejemplo de nuestras batallas, eran representaciones de nuestras guerras, con enemigos formidables, superiores, más fuertes y capaces, con más experiencia en la batalla, pero a pesar de eso, ellos vencimos y nosotros también lo haremos.

Sus enemigos son más grandes que usted, sí, es normal, no les tema hermano, no les tema hermana.  Nuestros adversarios son más numerosos que nosotros, normal, no les temamos hermanos.  Usted no tiene problemas sino grandes problemas.   Nosotros  no tenemos dificultades sino las dificultades. 


LA REALIDAD DE NUESTRA GUERRA

Ahora escúcheme señor, óigame señora, usted que está divorciándose, usted que está perdiendo una empresa por la competencia deshonesta, usted que está enfrentando un juicio injusto ¿Ya peleó la batalla por su hogar, su empresa o por el honor suyo y de su familia? ¿Ya clamó a Dios hasta quedarse sin voz, ya agotó sus lágrimas y ayunó hasta secarse pidiendo por la restauración de todo? ¿O le está entregando en bandeja de plata, su hogar, sus hijos, su fortuna y su honor al diablo?  Sí, darse la vuelta y abandonarlo todo es más fácil pero nosotros servimos a Yahweh Tsebaot y debemos pelear por lo que amamos.

No pretendo ofender a quienes se han divorciado, o han perdido sus fortunas o su honor. A ustedes les pasó aquello, pero ya pasó.  Ahora se han levantado y han reconstruido sus vidas, amén.

Pero yo estoy hablando a quienes aún no se han divorciado, a quienes aún no han perdido su empresas, a quienes aún no les han ensuciado el nombre con acusaciones injustas,  a ustedes quisiera llegarles a su corazón y rogarles… no lo hagan, no se vayan, no se resignen, peleen.  Tal vez está a punto de vencer, está a punto de ocurrir algo que le devolverá su hogar, su empresa o su honor. No se rinda y pelee.


INDENTIFICANDO AL ENEMIGO

Sabemos que el enemigo es enorme, las heridas son profundas y que la lucha ha durado años.  Pero debo decirle que tal vez usted no ha peleado como debe pelear todos estos años.  Usted puede creer que lo ha hecho, pero  tal vez solo ha estado reprimiéndose y soportando.  Soportar no es lo mismo que pelear.   

Por qué no deja de reprimirse y sale a la ofensiva. Aquí está su campo de batalla, el lugar donde ocurrió todo, aquí están sus armas, la Palabra, la oración y el ayuno, y allí está su enemigo, el diablo y sus demonios, no es su esposa o su suegra, no es su esposo o una secretaria coqueta que trata de seducirlo, no es el prestamista que le persigue, no es el traficante que acecha a sus hijos, ni el hombre rencilloso que con leguleyadas quiere aplastarle, no, sus enemigos son espirituales y hay que combatirlos con armas espirituales.


PERDEMOS CUANDO NO PELEAMOS

Cuando el pueblo de Dios pierde es porque no ha combatido y muchas veces ha sido derrotado sin presentar batalla. Hay hombres y mujeres que en lugar de apartarse con Dios y arrodillarse con clamor y ayuno para pelear una guerra espiritual, se dedican a tranzar  con las personas, a aclarar las cosas, a pedir prórrogas a suplicar por una oportunidad y cuando todo eso les falla se resienten con Dios porque ¡no les ha ayudado! 

Muchos han sido vencidos sin haber peleado,  derrotados sin disparar un solo tiro. No han orado, no han ayunado. Nunca han pasado una noche entera de rodillas ente el Señor.  Cuando lo hagan vencerán. Cuando peleen ganarán.


LA REALIDAD DE LA GUERRA EN LA BIBLIA

Y por favor escúcheme otra vez. Esto es una guerra:
Pablo dijo en segunda de Timoteo 2:3: Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.
¿Es esto una guerra o no? Aquí veo soldados.

En Efesios 6:12: Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
¿Estamos en guerra o no? Aquí veo una descripción de nuestros adversarios.

En primera de Timoteo 6:12:   Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna.
¿Estamos en guerra o no? Aquí veo una batalla que librar.

En Zacarías 10:5: Y serán como valientes que en la batalla pisan al enemigo en el lodo de las calles; y pelearán, porque Jehová estará con ellos…


Amén, si estamos en guerra y Dios está con nosotros; tenemos que pelear y venceremos.  Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no les temas solo pelea.