viernes, 18 de septiembre de 2015

LOS MENOSPRECIADOS SERÁN APRECIADOS



JEREMÍAS 30
17. Más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda.

1 CORINTIOS 1
27.  Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
28. y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,
29. a fin de que nadie se jacte en su presencia.

Cada vez que despreciamos a alguien, le estamos hiriendo.  Cada vez que alguien nos rechazó realmente nos hirió. Pero las heridas físicas sanan con el tiempo, no así las heridas de quien ha sido rechazado, pues estas se mantienen y duelen durante mucho tiempo, amargando el carácter, aislándolo de los amigos, dejándolo solitario.

Pero si un hombre o una mujer rechazados y despreciados generan una situación tan triste, qué diremos de una familia o un pueblo rechazado; ciertamente sus heridas serán profundas y las consecuencias funestas.  Eso pasaba con el pueblo del Señor  que cuando se alejaron de Dios, fueron rechazados, heridos y se quedaron abandonados en medio de sus escarnecedores,  pero Dios en su misericordia se acordó de ellos y decidió sanar sus heridas, vindicarles en medio de sus adversarios y levantarles; lo misma va a hacer con usted.

No olvidemos que  la estéril Ana fue una mujer rechazada y despreciada por su rival Penina, pero Dios decidió darle a ella un hijo que valía más que todos los hijos de los que se jactaba Penina.  Mientras que Samuel, el hijo de Ana, sería el gran juez y profeta de Israel, los hijos de Penina ni siquiera registran sus nombres en las escrituras.  Ana en vez de amargarse contra su adversaria decidió humillarse ante Dios y clamar a él hasta que fue escuchada y viendo su aflicción el Señor le bendijo y sanó su corazón levantándola y honrándola delante de Penina.  Ciertamente había un plan tras el menosprecio y humillación que sufrió Ana, había un propósito en su esterilidad y en su aflicción igual que lo hay con usted también, siempre y cuando pueda humillarse en clamor ante Dios sin albergar odio ni venganza en contra de sus adversarios.

Tampoco ignoremos que David ni siquiera fue tomado en cuenta por su padre el día en que el profeta iba a ungir a uno de su familia como rey; en ese gran día, Elí trajo a siete de sus hijos y a David lo dejó cuidando el rebaño, pero el profeta Samuel obedeciendo a Dios, dijo que nada podría hacer hasta que venga el último de los hijos, hasta que traigan al despreciado David.  La escritura no dice que David estaba acongojado y triste porque no le tomaron en cuenta, sino que estaba cuidando el rebaño, es decir obedeciendo a la orden que le había dado su padre. Cuando el vino, el Señor le dijo al varón de Dios: este es el rey de Israel,  y lo ungió e medio de sus hermanos.  Así mismo usted, si en lugar de quejarse y amargarse se  mantiene obediente a Dios en medio del desprecio de que ha sido víctima, a la final va a ser levantado en el mismo lugar y ante todos los que le despreciaron.

José, el pequeño hijo de Jacob también fue menospreciado y ridiculizado por sus hermanos a tal punto de que intentaron matarle y terminaron vendiéndole a un grupo de comerciantes del desierto.  A pesar de todo este sufrimiento José era fiel a Dios y traía bendición a todo lugar al que era llevado.  Él nunca pasó tiempo planificando su venganza ni preguntándose por qué le habían hecho tanto daño.  Y  Dios tenía planes con él también; después de sufrir el abandono, la soledad y el desprecio, fue levantado no solo sobre sus hermanos sino sobre todo el reino de Egipto y sus alrededores.  Al igual usted, si tiene un  corazón perdonador y entiende que tras el escarnio que padeció había un plan de Dios, va a ser honrado en medio de quienes le deshonraron.

Pero más aún, Jesús el hijo de Dios, vino a los suyos y no le recibieron, sino que le persiguieron, le afrentaron, ante lo cual Él fue como cordero al matadero, sin reclamar, sin pedir justicia ni venganza; se entregó a ellos y ellos le mataron, sin embargo Dios le levantó y le dio un nombre sobre todo nombre.  El rechazado Jesús ahora es el gran Señor y Salvador ante quien nos postramos.  Al igual todos nosotros, si nos mantenemos mansos ante nuestros perseguidores y en lugar de clamar por justicia y venganza pedimos por misericordia para nuestros adversarios, seremos levantados juntamente con nuestro Señor.

Al parecer, las escrituras están llenas de personajes rechazados, heridos y abandonados que fueron finalmente sanados y levantados.  Ese es el plan del Todopoderoso, con nosotros también.  Los creyentes en Cristo Jesús, sin ninguna excepción pertenecemos al grupo de los viles, los necios o los menospreciados, según dice el apóstol Pablo, y también pertenecemos al grupo de los que vamos a ser  sanados y levantados  para la gloria de Dios.




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