Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le
respondió: No te dejaré, si no me bendices.
Génesis
32:26.
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y ocultas que tú no conoces.
Jeremías
33:3.
También les refirió Jesús una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, y no desmayar,
diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba
a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él,
diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero
después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a
hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea
que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez
injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y
noche? ¿Se tardará en responderles? Os
digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre,
¿hallará fe en la tierra?
Lucas
18:1-8.
Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque
todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá.
Lucas
11:9-10.
La
lucha de Jacob con el ángel pidiendo una bendición nos grafica que la oración
es una lucha, es una batalla que se la realiza clamando y que la determinación
de no dejar tranquilo a Dios hasta que nos bendiga, es la actitud
correcta. Nosotros no oramos para tranquilizarnos o como
una terapia para calmar nuestra ansiedad; nosotros oramos porque sabemos que
Dios responde.
Él
le dijo al profeta Jeremías que clame y que recibiría una respuesta; ahora
bien, la palabra clamar,
que es la traducción de la palabra hebrea cará
(Strong: H7121), significa gritar e intimar pero con la idea de acosar. ¿Nosotros podemos acosar a Dios? Dios dice
que sí, que podemos hacerlo y que debemos hacerlo.
Recordemos
cuando el Señor Jesús contó la parábola de la viuda y el juez injusto, Él dijo
que ese hombre injusto atendió a la viuda, no porque temía a Dios o quería
hacer justicia sino por la importunidad e insistencia de la viuda que lo
acosaba todos los días pidiendo justicia, y Jesús dice que así como la viuda
fue atendida, cuánto más serán atendidos los hijos de Dios que claman día y
noche. ¿Notaron la frecuencia de la
oración? Era día y noche. ¿Notaron la
intensidad de su petición? Ella clamaba, no solo pedía; clamaba, gritaba,
intimaba, en definitiva ella estaba acosando al juez y Jesús dice que debemos
hacer lo mismo con Dios.
En
el aspecto práctico, este clamor de día y de noche se puede ejemplificar como cuando
una madre tiene un hijo enfermo y ella no puede olvidarse de eso sino que está en continua agonía. No puede comer
tranquila, no puede dormir tranquila, su hija está enferma y eso le angustia,
le desespera, le aflige; ese es el estado mental y emocional en el que debe
estar la persona que va a ser escuchada por Dios. Jesús dijo que la viuda clamaba día y noche,
si, día y de noche, por lo tanto esta no era
una oracioncilla matutina pidiendo por un pequeño capricho, sino un
clamor continuo, perpetuo, emitido desde el interior de un corazón quebrantado y
dirigido con fe hacia el Dios eterno.
Si
alguien no ha vivido esta experiencia tal vez pregunte: ¿Puede ser así? ¿Es
posible llegar a orar tan intensa e incesantemente? Y la respuesta es un contundente
sí. Por supuesto que sí. ¿Cómo creen
ustedes que hemos visto tantas personas transformadas, tantos hogares
restaurados, tantos jóvenes liberados de vicios y traumas? Es orando así, con intensidad, con
continuidad, con perseverancia, como si tuviéramos un hijo enfermo y grave en
nuestra casa y como si nos hubieran dicho que va a morir. ¿Usted olvidaría eso? ¿Usted se
descuidaría? Creo que no, ni usted ni yo
lo haríamos sino que nos desvelaríamos por eso, sin olvidarnos, sin
descuidarnos, clamando desde nuestro interior desde el amanecer hasta el
anochecer al Dios eterno, quien ha dicho que nos responderá y Él no miente.
Refiriéndose
al mismo tema, el evangelista Lucas registra que Jesús nos mandó a pedir,
buscar y llamar, dando la idea de pedir lo que no tengo, buscar lo que aún no
he encontrado y llamar a una puerta que se me ha cerrado; él dijo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá (Lucas 11:9).
Entonces si usted o yo tenemos carencias, si a nosotros se nos ha
perdido algo o, si nosotros tenemos una puerta que se nos ha cerrado, es tiempo
de pedir, de buscar y de llamar, porque recibiremos, porque encontraremos y
porque se nos abrirá la puerta.
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