Ahora
pues, oye, Jacob, siervo mío, y tú, Israel, a quien yo escogí. Así dice Jehová,
Hacedor tuyo, y el que te formó desde el vientre, el cual te ayudará: No temas,
siervo mío Jacob, y tú, Jesurún, a quien yo escogí. Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal,
y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi
bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre hierba, como sauces junto a las
riberas de las aguas.
Isaías 44:1-4.
En esta promesa de protección y bendición para
nuestra descendencia, parecería que Dios está hablando a tres personas
diferentes (Jacob, Israel, Jesurún), pero la verdad es que la habla a la misma
persona pero en diferentes etapas de su vida.
Todos nosotros experimentamos estas etapas y es el plan de Dios que, así
como empezamos en Jacob acabemos en Jesurún y no a la inversa.
Pero para comprenderlo mejor veamos el significado
de cada uno de estos nombres:
JACOB
Es el hombre creado, hecho por Dios a su imagen
y semejanza pero sin el yugo de Dios sobre sus lomos sino con la independencia
del hombre caído. “Jacob” significa “suplantador”
y tal cual era su nombre, así era él.
Engañó y sacó provecho de su hermano, de su padre, de su tío, etc. Jacob era una criatura de Dios pero aún no
era su siervo.
ISRAEL
Es el hombre formado por Dios, modelado para su
servicio. “Israel” significa: “gobernará
como Dios” y Dios le puso este sobrenombre a Jacob porque había llegado el
tiempo de su gran cambio, aquel hombre que había suplantado y engañado, ahora
iba a ser usado por Dios para levantar una nación.
JESURÚN
Es el hombre recto, el resultado final de un hombre
en las manos de Dios. “Jesurún” significa “recto, vertical” y fue así como
acabó Jacob, adorando a Dios sobre su bordón y bendiciendo a sus hijos.
Ahora bien, lo precioso de esta palabra no es
solamente la promesa hecha por Dios acerca de bendecir a la descendencia de Jacob,
sino que se la haya hecho a Jacob. Él no era un hombre recto ni tampoco estaba
sirviendo a Dios, con todo y eso el Señor le bendice y primeramente le promete
regar con agua la tierra seca, luego hacer brotar la hierba y los sauces y
luego que un río correría junto a esos sauces.
Nosotros somos esa tierra seca que necesita ser
regada, nuestros hijos son esa hierba verde que ha de brotar y el triunfo de
ellos está representado por los sauces junto al arroyo. ¡Qué gran promesa para
pecadores como nosotros! ¡Qué gran esperanza para nuestra descendencia!
Dios está a cargo, no temas, seas Jacob, Israel
o Jesurún: no temas. Viene hijos, vienen
hijos buenos, viene hijos buenos y bendecidos.
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