Cuando
salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un
pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está
contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto.
Deuteronomio 20:1.
Así como la historia de la humanidad está llena de guerras,
desde el día en que se levantó Caín contra Abel, hasta la gran guerra de
Armagedón que aún no ha ocurrido, la vida de los siervos de Dios también se
desarrolla en medio de un conflicto; la guerra espiritual es una realidad de la
que ningún creyente puede escapar, creámoslo o no, estamos inmersos en ella.
EL NACIMIENTO DE LA GUERRA
La guerra no nació en la tierra ni en el infierno, sino en
el cielo. Y hay dos causas para la guerra; primero el libre albedrío que Dios
les dio a sus criaturas y segundo el hecho de que en Dios hay solo
absolutos.
En cuanto al libre albedrío, después de crear a los ángeles,
la libertad para que le sirvan o para que no le sirvan, para que se acerquen a
él o para que le rechacen, y es en base a esa libertad, a ese albedrío, que algunos
ángeles se rebelaron, decidieron no servirle, ni adorarle y organizaron la
primera guerra en el universo. Dios
podía haberles obligado a adorarle pero hubiera sido necesario quitarles el
albedrío y eso es inaceptable para Él.
Quienes sirven a Dios deben servirle porque quieren; quienes le adoran,
deben adorarle porque quieren, no porque deben.
En cuanto a que en Dios hay solo absolutos, baste escuchar
las palabras de Jesús cuando dijo: El que
no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama (Lucas
11:23).
Ni relatividades ni ambigüedades. Con Dios no hay escalas de grises, es claro o
es oscuro, está a favor o está en contra, usted es de Dios o no lo es. Así de radical, así de tajante.
LA GUERRA SE TRASLADÓ A LA TIERRA
Pero la guerra no se quedó en el cielo sino que se trasladó
a la tierra y hoy los hijos de luz combatimos
contra las tinieblas y los de las tinieblas siempre combatirán a los de la luz. Mientras ellos quieren destruirnos nosotros
queremos convertirlos; ellos nos maldicen y nosotros les bendecimos, ellos nos
hacen daño y nosotros les hacemos bien.
Estamos en guerra y debo decirle que nuestros enemigos, los
espíritus de las tinieblas son guerreros y tratarán de arruinarle, de quitarle
la paz de su hogar, de corromper a sus hijos, de dañar su matrimonio. Aaah pero también debo decirles que Dios es el
gran varón de Guerra, Yahweh Tsebaot, Jehová de los Ejércitos, y él peleará por usted, Él le ayudará a recuperar
lo que tenía, a asegurar lo que ahora tiene y a conquistar lo que aún no tiene.
ES TIEMPO DE SALIR A LA GUERRA
Pero veamos esta conjunción de tiempo con el que empieza
nuestro verso de Deuteronomio 20:1. Cuando salgas a la guerra. Cuando salgas. Esta construcción gramatical me da la idea
que hay personas que “aún” no están en la guerra, que aún no han salido a
pelear, pues creen que aún no les ha llegado su tiempo. A ellos, a muchos de ustedes yo quiero
preguntarles hoy: ¿Cuándo saldrán a pelear? ¿Cuándo empezarán a combatir por
sus bendiciones? Tal vez hoy o mañana, pues bien, cuando sea, cuando decidan
despertar, cuando quieran salir del engaño entonces despertarán, pelearán y
tendrán lo que Dios ha prometido entregarles. Es peleando, no es durmiendo; es combatiendo,
no es esperando pasivamente.
NUESTRAS GUERRAS
Desde cuando Abraham con 318 pastores derrotaron a 5 reyes
paganos, hasta la gran guerra de Armagedón, toda la biblia está llena de
guerras así como la vida del creyente. La
guerra de Moisés contra Faraón para liberar a su pueblo, la de Josué contra las
tribus de Canaán por la tierra prometida, la de David contra Goliat por la
libertad y también la guerra suya y la mía, por el bienestar y triunfo de
nuestros hijos, de nuestros hogares y empresas, todas ellas son guerras que
fueron libradas y que seguiremos librando con Dios a nuestro favor.
EL COSTO DE LA GUERRA
Si en el plano natural la industria más cara y millonaria
del mundo es la guerra, en el plano espiritual pelear una guerra tiene un
costo, pelear una guerra significa pagar un pecio. Algunos todavía piensan que hay cosas gratis,
creen que existen ofertas; aún los predicadores insistimos en que la salvación
es gratuita; y estamos equivocados, nada es gratis, no existen las ofertas,
todo cuesta un precio, todo lo obtenemos después de haber librado una batalla,
y si bien es cierto la salvación es gratuita para nosotros, pero a Jesús le
costó todo y es importante decir que, aunque ser salvo es gratis, el mantener
esa salvación nos costará todo en nuestra vida. Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lucas 9:23); si,
seguirle nos costará y caro.
NUESTROS GRANDES ENEMIGOS
Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres
caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos. En el plano natural, si usted o yo peleamos
contra un adversario menor, ya no es una pelea sino un abuso. Si usted o yo
peleamos contra un enemigo igual, eso sería una pelea justa. Pero luchar contra un enemigo más grande y
fuerte que nosotros, sería sino una torpeza, al menos una temeridad. No obstante, en el plano espiritual, los
siervos de Dios siempre tendremos enemigos superiores a nosotros mismos y Dios
quiere que salgamos a la guerra en el valle de Ela para enfrentar a adversarios
que midan al menos, seis pies y un palmo.
Así que cuando salgas a la guerra y vieres un pueblo más
grande y fuerte que tú, no les temas. Amén…
entonces, David contra Goliat o Gedeón con sus 300 hombres en contra de miles
de madianitas, y muchos más, todos ellos eran ejemplo de nuestras batallas, eran
representaciones de nuestras guerras, con enemigos formidables, superiores, más
fuertes y capaces, con más experiencia en la batalla, pero a pesar de eso,
ellos vencimos y nosotros también lo haremos.
Sus enemigos son más grandes que usted, sí, es normal, no
les tema hermano, no les tema hermana.
Nuestros adversarios son más numerosos que nosotros, normal, no les
temamos hermanos. Usted no tiene
problemas sino grandes problemas. Nosotros
no tenemos dificultades sino las dificultades.
LA REALIDAD DE NUESTRA GUERRA
Ahora escúcheme señor, óigame señora, usted que está
divorciándose, usted que está perdiendo una empresa por la competencia
deshonesta, usted que está enfrentando un juicio injusto ¿Ya peleó la batalla
por su hogar, su empresa o por el honor suyo y de su familia? ¿Ya clamó a Dios
hasta quedarse sin voz, ya agotó sus lágrimas y ayunó hasta secarse pidiendo
por la restauración de todo? ¿O le está entregando en bandeja de plata, su
hogar, sus hijos, su fortuna y su honor al diablo? Sí, darse la vuelta y abandonarlo todo es más
fácil pero nosotros servimos a Yahweh Tsebaot y debemos pelear por lo que
amamos.
No pretendo ofender a quienes se han divorciado, o han
perdido sus fortunas o su honor. A ustedes les pasó aquello, pero ya pasó. Ahora se han levantado y han reconstruido sus
vidas, amén.
Pero yo estoy hablando a quienes aún no se han divorciado,
a quienes aún no han perdido su empresas, a quienes aún no les han ensuciado el
nombre con acusaciones injustas, a
ustedes quisiera llegarles a su corazón y rogarles… no lo hagan, no se vayan,
no se resignen, peleen. Tal vez está a
punto de vencer, está a punto de ocurrir algo que le devolverá su hogar, su
empresa o su honor. No se rinda y pelee.
INDENTIFICANDO AL ENEMIGO
Sabemos que el enemigo es enorme, las heridas son profundas
y que la lucha ha durado años. Pero debo
decirle que tal vez usted no ha peleado como debe pelear todos estos años. Usted puede creer que lo ha hecho, pero tal vez solo ha estado reprimiéndose y
soportando. Soportar no es lo mismo que
pelear.
Por qué no deja de reprimirse y sale a la ofensiva. Aquí
está su campo de batalla, el lugar donde ocurrió todo, aquí están sus armas, la
Palabra, la oración y el ayuno, y allí está su enemigo, el diablo y sus
demonios, no es su esposa o su suegra, no es su esposo o una secretaria coqueta
que trata de seducirlo, no es el prestamista que le persigue, no es el
traficante que acecha a sus hijos, ni el hombre rencilloso que con leguleyadas
quiere aplastarle, no, sus enemigos son espirituales y hay que combatirlos con
armas espirituales.
PERDEMOS CUANDO NO PELEAMOS
Cuando el pueblo de Dios pierde es porque no ha combatido y
muchas veces ha sido derrotado sin presentar batalla. Hay hombres y mujeres que
en lugar de apartarse con Dios y arrodillarse con clamor y ayuno para pelear
una guerra espiritual, se dedican a tranzar
con las personas, a aclarar las cosas, a pedir prórrogas a suplicar por
una oportunidad y cuando todo eso les falla se resienten con Dios porque ¡no
les ha ayudado!
Muchos han sido vencidos sin haber peleado, derrotados sin disparar un solo tiro. No han
orado, no han ayunado. Nunca han pasado una noche entera de rodillas ente el
Señor. Cuando lo hagan vencerán. Cuando
peleen ganarán.
LA REALIDAD DE LA GUERRA EN LA BIBLIA
Y por favor escúcheme otra vez. Esto es una guerra:
Pablo dijo en segunda de Timoteo 2:3: Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.
¿Es esto una guerra o no? Aquí veo soldados.
En Efesios 6:12: Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
¿Estamos en guerra o no? Aquí veo una descripción de
nuestros adversarios.
En primera de Timoteo 6:12: Pelea
la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna.
¿Estamos en guerra o no? Aquí veo una batalla que librar.
En Zacarías 10:5: Y
serán como valientes que en la batalla pisan al enemigo en el lodo de las
calles; y pelearán, porque Jehová estará con ellos…
Amén, si estamos en guerra y Dios está con nosotros; tenemos
que pelear y venceremos. Cuando salgas a
la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más
grande que tú, no les temas solo pelea.
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