JUAN 1
5. La luz en las tinieblas resplandece, y las
tinieblas no prevalecieron contra ella.
El evangelista no está hablando de dos
condiciones físicas (luz y tinieblas), las cuales son inertes e inanimadas, sino
de dos reinos: el reino de la luz y el reino de las tinieblas (Lucas 11:18-20.
Hechos 26:18. Colosenses 1:13. 1 Pedro 2:9)
los cuales son reales, tangibles y antagónicos, pues combaten entre
sí. Las tinieblas luchaban contra la luz
tratando de oscurecer todo, mientras que la luz luchaba contra las tinieblas
brillando; según la Palabra, en este enfrentamiento venció la luz y las
tinieblas no prevalecieron contra ella.
Juan usa el tiempo pasado para decir que las tinieblas no prevalecieron,
es decir que esto ya pasó, ellas ya fueron vencidas, ya fueron derrotadas y
definitivamente sometidas; si hermanos, esto ya ocurrió, es algo que ya pasó.
Entonces, nosotros que somos su pueblo, que
habitamos en su reino, quienes al igual que él somos luz del mundo (Juan 8:12.
Mateo 5:14), debemos permanecer en su victoria, debemos seguir brillando y mantenernos
en la libertad con que él nos hizo libres, reposando en su luz, resplandeciendo
como luminares en el mundo, alumbrando en medio de las densas tinieblas que nos
rodean, porque las tinieblas, tratarán de obscurecernos, tratarán de alejarnos
de Dios y de la victoria de su hijo, tratarán de reconquistar lo que perdieron.
VIVIENDO COMO HIJOS DE LUZ
Para poder apercibirnos de las demandas del
Señor en nuestra diario vivir resistiendo a las tinieblas, debemos leer las
palabras del apóstol Pablo en su carta a los Efesios.
EFESIOS 5
1. Sed,
pues, imitadores de Dios como hijos amados.
2. Y
andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por
nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
3. Pero
fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros,
como conviene a santos;
4. ni
palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino
antes bien acciones de gracias.
5. Porque
sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene
herencia en el reino de Cristo y de Dios.
6. Nadie
os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre
los hijos de desobediencia.
7. No
seáis, pues, partícipes con ellos.
Y además lo declarado por el apóstol Juan en su
primera epístola universal.
1 JUAN 1
5. Este
es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay
ningunas tinieblas en él.
6. Si
decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad;
7. pero
si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
8. Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no
está en nosotros.
9. Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad.
10. Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros.
Según estos escritos, antes éramos tinieblas
más ahora somos luz en el Señor, debemos andar como tales y para lograrlo
debemos andar en amor; en eso se resume todo.
Entonces, “andar en su luz, combatiendo a las tinieblas”, no significa
andar reprendiendo demonios imaginarios en las casas, en los ríos o en las
cimas de los montes; más bien, significa: amar. Amar a nuestros enemigos, amar a quienes no
nos aman y por supuesto amar a quienes nos aman.
El mismo apóstol que dijo que Dios es luz (1
Juan 1:5), también declara que Dios es amor (1 Juan 4:16), así que la luz de
Dios se manifiesta en el amor. Ésta es
nuestra batalla: permanecer brillando, permanecer amando. Jesús ya derrotó a las tinieblas en la cruz
del calvario (Colosenses 2:15), Él ya sometió a las tinieblas; nosotros
solamente debemos mantenernos en la victoria de Jesús y esto lo logramos cuando
permanecemos en su presencia en adoración y nos alejamos de los ídolos de las
tinieblas que reclaman adoración.
CUANDO DEJAMOS DE AMAR CAMBIAMOS DE BANDO
¿Cuántas veces nosotros hemos cambiado de bando
volviéndonos a las tinieblas? ¿Cuántas veces hemos permitido que una amargura
destruya nuestro amor hacia los hermanos? ¿Cuántos siervos de Dios se alejan de
Dios y se convierten en adoradores de los ídolos del enemigo? Ciertamente, antes de amar al mundo y sus
ídolos, hemos dejado de amar a Dios y a su pueblo. Todo lo malo empieza cuando dejamos de amar.
Hay dos porciones de la escritura que quisiera
poner en su consideración al respecto:
1 JUAN 2
15. No
améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él.
16. Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
17. Y el
mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre.
Si amamos al mundo, es porque el amor de Dios
ya no está en nosotros. Pero cuando empezamos nuestro camino, cuando aceptamos
a Jesús como nuestro salvador, él derramó su amor en nuestros corazones por el
Espíritu santo que nos fue dado (Romanos 5:5), entonces, ¿a dónde se fue ese
amor? ¿Cómo podemos haber terminado amando al mundo y ajenos al amor de Dios? La verdad es que en nuestro corazón no hay
lugar para dos lealtades y, pertenecemos íntegramente a un bando o a otro,
amamos a Dios o al mundo.
SANTIAGO 4
4. ¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
No sé si lo leyeron bien, pero el verso
anterior “no dice” que si usted “es” amigo del mundo se constituye en enemigo
de Dios. ¡No! El verso dice que si usted
“quiere ser” amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios. Esta es la manera como nos hemos cambiado de
bando tantas veces, esta es la manera como hemos apostatado volviéndonos a las
tinieblas: queriendo ser amigos del mundo, anhelándolo en nuestros corazones, elucubrando
planes para logarlo sin que las personas lo noten. Debemos pues prestar mucha
atención a lo que sentimos en nuestro interior y a lo que nuestro corazón
anhela antes que a nuestras obras, de esa manera podremos apercibirnos cuando
un mal sentimiento de amistad hacia el mundo pueda surgir, en cambio, si
solamente atendemos a lo que hacemos, puede que nos evaluemos como aprobados
cuando en realidad no lo somos.
COLCUYENDO
Nuestra guerra contra las tinieblas es una
batalla permanente, intensa y constante porque
la luz y las tinieblas son antagónicos, opuestos; no se pueden mezclar,
no pueden hacer alianza entre ellos, son irreconciliables. Éstos son los dos reinos que existen en el
universo: la luz y las tinieblas y los hombres pertenecemos al uno o al otro.
No hay términos medios, no existe la penumbra o la semioscuridad; o somos de la
luz o somos de las tinieblas. Servimos al Dios Altísimo o servimos a satanás;
así de radical, así de dogmático es esto.
Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí
es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11:23). Y pablo añadió: Porque todos vosotros sois
hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por
tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios (1Tesalonicenses
5:5 - 6).
Entonces, el mandato del Señor es brillar como
representantes de la luz, amar como embajadores del Dios de amor, estando
alerta para no mezclarnos con las tinieblas ni mucho menos pasarnos a su bando.
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