2 CORINTIOS 1
8. Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de
nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados
sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aún perdimos la
esperanza de conservar la vida.
9. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte,
para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los
muertos;
10. El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos
que aún nos librará, de tan gran muerte;
Si el Señor no le hubiera librado ayer, usted no estaría
aquí hoy. Si no le hubiera librado el
año pasado, hoy habría sido el primer aniversario de su fallecimiento y si
usted aún no tenía a Jesús, hoy habría cumplido ya doce meses de vivir en
el infierno. Si no le hubiera librado hace quince años,
usted no habría visto el nuevo milenio, ni el nacimiento de sus hijos o
nietos. Si el Señor no le hubiera
librado no estaría leyendo esto. Si
está aquí hoy, si no ha muerto en sus pecados, si ha visto este milenio y ha
visto nacer a sus hijos o nietos, si está leyendo esto, asumo que se debe a que
fue librado por Dios; y esto no pasó gracias a su astucia o sabiduría, ni a su
buen porte o educación, porque hay gente más astuta y sabia, más educada y noble
que usted y no fueron librados, y ya no están aquí; usted sí.
Pero no solo usted, yo también fui librado. Si hubiera
muerto hace quince años, estaría hoy condenado por la eternidad. Si no me hubiera librado cuando todo iba mal,
cuando no tenía amigos, cuando estaba solo y deprimido, hoy no estaría
escribiendo esto. Pero si fui librado.
¡Aleluya! Si fui rescatado y levantado,
al igual que muchos otros que se refugiaron con desesperación en los brazos del
Dios Todopoderoso, del Dios de misericordias, el cual está listo para socorrer
a quienes confían en Él.
Pablo tenía sentencia de muerte. ¿Usted también? ¿A usted le detectaron
cáncer, leucemia o tuberculosis? ¿Tiene un tumor en su cerebro? ¿Le busca alguien para matarle? No sabemos
con certeza si Pablo tenía alguna mortal enfermedad, pero si sabemos que tenía temibles
enemigos que estaban dispuestos a matarle al costo que sea. Pablo estaba sentenciado a muerte igual que
muchos de nosotros ahora, ya sea por un problema físico interno o por amenazas
externas, pero debo decirles que así
como Pablo fue librado, nosotros también lo seremos. Nosotros, al igual que él, ya no confiamos
en que alguien o algo nos ayude; nosotros confiamos en Dios y eso es
suficiente. El que libró a Pablo nos
librará a nosotros.
Dios quiere que confiemos en él, por eso nuestra prueba es
tan fuerte, por eso nuestros enemigos son tan poderosos, por eso nuestras
dolencias son tan graves, por eso la tenía sentencia de muerte; Dios quiere que
confiemos en él. Pablo dice que habían
perdido la esperanza de conservar la vida, así que su esperanza ya no era
evitar la muerte sino que Dios les resucitase si moría.
EL NOS LIBRÓ
Años atrás Pablo fue apedreado en Listra (Hechos 14:19), y como
consecuencia de eso, le dieron por muerto. Sus asesinos conocían perfectamente la
muerte pues habían ajusticiado a muchas personas y seguramente constataron que
Pablo ya no tenía pulso, su corazón había dejado de latir, su cuerpo se
enfriaba, su mirada estaba fija y vacía y sus músculos se relajaron; a su manera de ver,
estaba muerto, al fin lo habían logrado.
Pero no conformes con eso, decidieron deshacerse del cadáver, así que
arrastraron el cuerpo y lo arrojaron fuera de la ciudad. Los
diagnósticos habían sido emitidos y sellados; Pablo estaba muerto y su cadáver
arrojado en el lugar correspondiente, pero Dios le libró. Si, Dios le levantó en medio de los hermanos
que lloraban su partida y él siguió su camino, como si nada.
¿Por qué le libró Dios?
¿No habría sido ese momento muy oportuno para llevarse a su siervo a
descansar en su presencia? Probablemente
en nuestro cronograma era eso factible pero no en el de Dios. Lucas dice que rodeándole
los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con
Bernabé hacia Derbe (Hechos 14:20), Así de sencillo. Dios le libró porque Pablo debía continuar su
viaje pues tenía que predicar el evangelio en Derbe.
Entonces Dios no le libró a usted solamente para que sea
feliz o para que diga: Gloria a Dios. Él
le libró para que continué su camino y vaya a predicar a donde le corresponda. Él le libró porque aún hay mucho que debe
hacer y hasta que no lo haga, usted es indestructible; si le apedrean se levantará,
si hay naufragio, flotará, si hay incendio, no se quemará, porque debe terminar
su carrera.
EL NOS LIBRA
Recuerde que tenemos un compromiso. Recuerde que tenemos un ministerio que
cumplir y Dios tiene también una misión, que es librarnos hoy así como lo hizo
ayer y por supuesto, a nosotros nos corresponde estar haciendo hoy lo que
hacíamos ayer. Es un gran error vivir de
las bendiciones pasadas y diciéndole a todo el mundo cómo Dios le libró, sin
percatarse de que hoy también tiene que ser librado, porque nuestro adversario
el diablo no descansa y así como le asedió y trató de matarle hace dos años o
hace una década, asimismo volverá a intentarlo ahora y usted necesita seguir
siendo librado. Para ser consecuentes
con esta liberación, debemos cumplir nuestro ministerio, obedecer a Dios y hacer
aquello para lo cual fuimos librados.
Usted y yo fuimos librados porque debíamos ir a Derbe; porque debíamos
seguir predicando el evangelio y cumpliendo así nuestro ministerio.
Ayer me libró y asimismo acontecerá hoy, porque yo sigo
cumpliendo mi ministerio ahora, así como
lo hacía antes. La única
garantía de ser librado es seguir siendo parte del plan de Dios.
Pero es necesario en este momento hacer una reflexión
acerca de la expresión “ser librado”.
¿Acaso Pablo fue librado? De la
muerte, sí. Pero no de la violencia, no
del dolor, ni de la humillación. El
apóstol fue librado de la muerte pero no de sus verdugos, pues ellos le
tuvieron en sus manos. Y nosotros cómo
no quisiéramos ser librados, no solo de la muerte sino también de los verdugos,
pero en el plan del Todopoderoso Dios, a veces es necesario que esos verdugos
nos toquen, que esa quimioterapia nos arda, que esa adversidad nos hiera,
porque solamente así maduramos, solo después de la disciplina se produce fruto
apacible de justicia, solamente en el quebranto nuestros corazones son
consolados. Nunca olvidemos que nuestra tristeza se convertirá en gozo,
(Juan 16:20) “nuestra tristeza”, no nuestra “alegría”. Así que Dios usa la tristeza como materia
prima para producir nuestro gozo; Él utiliza nuestro luto para convertirlo en
baile y requiere nuestro llanto para consolarnos. Todo el mundo sufre, todos tiene
aflicciones, todos lloran, pero nosotros con un propósito.
Hermanos, podría ser que tengamos sentencia de muerte y
hasta que nos den por muertos, pero si usted o yo clamamos al Dios del cielo y
si aún no hemos terminado nuestro ministerio o si aún no hemos cumplido aquello para lo que
Dios nos trajo a este mundo, pronto usted y yo nos levantaremos y seguiremos
nuestro camino.
ÉL NOS LIBRARÁ
Los hombres y mujeres que han experimentado la liberación
de Dios caminan confiados. A ellos no
les asustan sus verdugos, ni las sentencias porque ya vieron ayer, están viendo
hoy y están muy seguros que seguirán viendo la protección de Dios hasta cuando
Él decida levantarlos y llevarlos a su gloria.
Él le libró ayer y hoy mismo le está librando; estamos
seguros que mañana también le librará de tan gran muerte.
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